martes, 16 de diciembre de 2008

Guadalajara: lingüistas y periodistas debatieron sobre lengua y sexo

El Informador.
Por el título de la mesa, "El sexo en la lengua", los jóvenes asistentes al Auditorio Juan Rulfo de Expo Guadalajara, en el marco de la Feria Internacional del Libro, seguro que pensaron que ésta era la oportunidad para llenarse de esos temas que suelen prohibirles sus padres y maestros, y a los cuales acceden de manera casi clandestina. Tal vez por eso su sorpresa fue mayor cuando la lingüista e historiadora Concepción Company, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, hizo uso de la voz y comenzó con una letanía de la gramática, materia que suele aborrecerse en los primeros años de formación. Sin embargo, poco a poco descubrieron que esa lengua a la que se refería la ponente, y de la que pronto harían comentarios sus compañeros de mesa -Luisa Valenzuela (Argentina), Álex Grijelmo (España) y Daniel Samper (Colombia)- era y es tan divertida e importante como el músculo que habita en la boca y gracias al cual es posible hablar y hacer una que otra maravilla. De esta forma, la lingüista presentó primero ante los impacientes asistentes el orden del día a seguir, con lo que motivó a uno que otro jovenzuelo a seguirla partiendo primero de un análisis a partir de la palabra "coger", que en México ha tenido un "desplazamiento semántico de significado". Y es que a pesar de que en otras latitudes del mundo -de habla hispana, claro- la palabra se asocia a "tomar" o "agarrar", aquí está directamente relacionada con el acto sexual, lo que según la especialista se viene arrastrando desde finales del siglo XVIII. De ahí, Company continuó con una característica del lenguaje gracias a la cual es fácil que un mexicano sea identificado en cualquier parte del mundo: el uso excesivo de los diminutivos, que "casi nunca se usan para aportar menos tamaño", sino que tiene que ver con cuestiones de respeto, cariño y humildad, entre otros aspectos. Por eso, apuntó que "hablamos de nuestra amiga la gordita, aunque pese 120 kilos; el terrenito, aunque tenga cientos de hectáreas", el muertito, la casita, el peloncito y cualquier cantidad de palabras. Otros diminutivos son lueguito, despuesito, ahorita y ahorititita -“porque un 'ahora' puede durar cinco años o nunca llegar"- quedito, tantito, poquito, hasta llegar a "aquellito", que tiene que ver directamente con el órgano sexual femenino o masculino. La segunda parte de la disertación llegó con Luisa Valenzuela al micrófono, quien para empezar presentó ante los asistentes una serie de palabras prohibidas en Argentina: "concha, cachucha, cajeta, coger, conchudo y tortilla". De las que sí están permitidas, destacó "boludo", utilizada con menos frecuencia que antes, pero poco permitida para la voz femenina. Por eso aseveró: "Creo que el sexo siempre está en la lengua, lo que decimos está cargado de sexo". Manifestó asimismo su postura con respecto a la lengua, la española en este caso, y dijo estar totalmente en contra del "español neutro", pues al final, cada país tiene su propia lengua y solo en ella se pueden comprender algunos conceptos que en otro idioma no adquieren ninguna significación. Así ,por ejemplo, ¿qué sentido tiene leer en Argentina un libro que entre sus líneas dice: "Se fue a coger un autobús para ir a foliar", lo que en lugares como en México y Argentina se entiende completamente distinto a como suena en España? Visiones periodísticas Quizá en un afán por demostrar la equidad de género, llegó el momento en que los hombres tuvieron que hacer gala de su sabiduría en estos menesteres. La palabra fue otorgada primero al presidente de la agencia de noticias EFE, Álex Grijelmo, periodista que se ha especializado en el buen uso de las lenguas. Durante su intervención, decidió ceñirse a las discrepancias entre la realidad y lo que podría llamarse la ficción gramatical. "La gramática vive en un mundo muy distinto al de las personas", dijo. Después, explicó con algunos ejemplos otra premisa fundamental para la vida: "El género y el sexo no siempre coinciden", por aquello de "el pez" y "la cebra", por ejemplo. Y como el tema se presta para divertirse con él, y la lengua también, se entretuvo en algunos juegos de palabras: "Chingar no es verbo copulativo en la gramática, pero en la realidad sí". También manifestó que "la violencia de género siempre es femenina, si no, sería el violencio". Concluyó, atrayendo risas y pocas sonrisas, diciendo: "El sexo en la gramática siempre es imperfecto, mientras que el sexo, en la vida, puede alcanzar una sublime perfección". De esta forma dio paso a Daniel Samper, también periodista, quien partió de tres "apéndices" para desarrollar su intervención. Uno de ellos, respecto a la impetuosa necesidad de crear una "academia del oído", porque si ya hay una de la lengua, es justo que exista una de este otro sentido, pues es a través de él como muchas de las palabras de la lengua tienen sentido, lo que mucho tiene que ver con estos asuntos del sentido denotativo y connotativo. Habló también de un tema un tanto escabroso, "el peligroso uso de la letra che", utilizada en palabras de fuerte contenido. Y con más candela, se tomó un momento para contar que "a gemir también se aprende".

martes, 9 de diciembre de 2008

PELOPONESO

La guerra del Peloponeso (431–404 a. C.) fue un conflicto militar de la Antigua Grecia que enfrentó a la Liga de Delos (conducida por Atenas) con la Liga del Peloponeso (conducida por Esparta). Tradicionalmente, los historiadores han dividido la guerra en tres fases. Durante la primera, llamada la Guerra arquidámica, Esparta lanzó repetidas invasiones sobre el Ática, mientras que Atenas aprovechaba su supremacía naval para atacar las costas del Peloponeso y trataba de sofocar cualquier signo de malestar dentro de su imperio. Este período de la guerra concluyó en 421 a. C., con la firma de la Paz de Nicias. Sin embargo, al poco tiempo el tratado fue socavado por nuevos combates en el Peloponeso. En 415 a. C., Atenas envió una inmensa fuerza expedicionaria para atacar Siracusa, en Sicilia. La expedición ateniense, que se prolongó del 415 al 413 a. C., terminó en desastre, con la destrucción de gran parte del ejército y la reducción a la esclavitud de miles de soldados atenienses y aliados.
Esto precipitó la fase final de la guerra, que suele ser llamada la Guerra de Decelia. En esta etapa, Esparta, con la nueva ayuda de Persia, apoyó rebeliones en estados bajo el dominio de Atenas en el Mar Egeo y Jonia, debilitando a la Liga de Delos y, eventualmente, privando a Atenas de su supremacía marítima. La destrucción de la flota ateniense en Egospótamos puso fin a la guerra y Atenas se rindió al año siguiente.
La guerra del Peloponeso cambió el mapa de la Antigua Grecia. A nivel internacional, Atenas, la principal ciudad antes de la guerra, fue reducida prácticamente a un estado de sometimiento, mientras Esparta se establecía como el mayor poder de Grecia. El costo económico de la guerra se sintió en toda Grecia; un estado de pobreza se extendió por el Peloponeso, mientras que Atenas se encontró a sí misma completamente devastada y jamás pudo recuperar su antigua prosperidad. La guerra también acarreó cambios más sutiles dentro de la sociedad griega; el conflicto entre la democracia ateniense y la oligarquía espartana, cada una de las cuales apoyaba a facciones políticas amigas dentro de otros estados, transformó a las guerras civiles en algo común en el mundo griego.
Las guerras griegas, mientras tanto, que originariamente eran una forma de conflicto limitado y formal, se convirtieron en luchas sin cuartel entre ciudades estado que incluían atrocidades a gran escala. La guerra del Peloponeso, que destrozó tabús religiosos y culturales, devastó extensos territorios y destruyó a ciudades enteras, marcó el dramático final del dorado siglo V de Grecia.

MAPA DE LA GUERRA DEL PELOPONESO


TUCÍDIDES

Nacido en Atenas, Tucídides pertenecía a la familia de los Filaidas, ligado a figuras famosas de la historia de la ciudad como Cimón o Milcíades, vencedor de la batalla de Maratón. El nombre de su padre, Óloro, hace pensar que procedía de la Tracia. En el 424 a. C., durante la Guerra del Peloponeso, fue nombrado estratega de la ciudad de Atenas, confiándosele el mando de una flota encargada de romper el asedio de Anfípolis, en Tracia. Fracasó en dicho intento y la ciudad cayó en manos del general espartano Brásidas, por lo que fue condenado al exilio 20 años (Tuc. V 26). Este hecho le dio la oportunidad de obtener información bastante completa, procedente de los dos bandos en conflicto, que utilizó para la composición de la Historia de la Guerra del Peloponeso, en la que narra los acontecimientos ocurridos entre el año 431 a. C. y el 411 a. C. Volvió del exilio veinte años después, al terminar la guerra.
Historiografía en Tucídides. Tucídides sería un modelo de historiador ideal pues tendrá que escribir desde el destierro. En cierto sentido su modo de escribir la historia será la antítesis de Heródoto, al que tildara de mero logógrafo. Propone un libro donde todo sea verdad, utiliza el término sygraphein (acta), contrato con el lector en el que garantiza la veracidad de lo narrado. La forma de escribir historia por tanto está basado en la autopsia, sólo lo que se ha visto se puede escribir. La estructura que tomará será:
Logoi: discursos. No es realmente lo que dijeron los personajes sino que son reconstrucciones aproximadas de lo que pudieron decir.
Erga: acontecimientos. Primero se apoya en lo que han visto los testigos, los interroga hasta estar seguro de lo que en realidad ocurrió y luego se apoya en pruebas jurídicas.
En su obra, escrita con gran rigor y muy prosaica, analiza los hechos, yendo más allá de lo anecdótico para buscar las motivaciones personales de los protagonistas de los hechos, sus ambiciones y sus temores, sin ocultar sin embargo su admiración por algunas posturas políticas. Intenta que prime la objetividad.